sábado, 25 de marzo de 2023

Quinto Domingo de Cuaresma – Ciclo A

                       Quinto Domingo de Cuaresma – Ciclo A (Juan 11,1-45) 26 de marzo de 2023

 


Iniciamos la última semana de Cuaresma, tiempo de preparación para la Pascua, con un recorrido espiritual, para transformar nuestra forma de vida a través de (1) revisar las tentaciones, que nos alejan de los demás, centrándonos en nosotros mismo; (2) la manifestación y confirmación de que es Jesús, el enviado a salvarnos; (3) Jesús, que se convierte en manantial interior de vida eterna; (4) Él es “luz del mundo”, que nos saca de las tinieblas; y este quinto domingo, nos muestra que “es la resurrección y la vida” …

Evangelio según san Juan 11, 1-45

En aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su hermano Lázaro. Por eso las dos hermanas le mandaron decir a Jesús: “Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo”.

Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos: “Vayamos otra vez a Judea”. Los discípulos le dijeron: “Maestro, hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?” Jesús les contestó: “¿Acaso no tiene doce horas el día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque le falta la luz”.

Dijo esto y luego añadió: “Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy ahora a despertarlo”. Entonces le dijeron sus discípulos: “Señor, si duerme, es que va a sanar”. Jesús hablaba de la muerte, pero ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente: “Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean. Ahora, vamos allá”. Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: “Vayamos también nosotros, para morir con él”.

Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

Después de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en voz baja: “Ya vino el Maestro y te llama”. Al oír esto, María se levantó en el acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque él no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola, viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al sepulcro para llorar allí y la siguieron.

Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”. Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras ¡cuánto lo amaba!” Algunos decían: “¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?”

Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa”. Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. Le dijo Jesús: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la piedra.

Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de allí!” Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar”.

Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Reflexión:

¿De dónde tengo que salir, para tener vida?

Todos sabemos que morir es parte de la vida, nos guste o no; cómo y cuándo moriremos, no sabemos, pero el conocer la Buena Nueva de Jesús, nos ayuda a vivir el presente y tener esperanza para el futuro:

§  Mientras estemos vivos, habremos de aprender a vivir, enfrentado lo que la realidad nos trae, pero desde los valores que Jesús nos enseña, y poder colaborar con lo que tengamos, siendo además fuente de vida para los demás. Tenemos que desaprender, lo que nos impida vivir así; transformar nuestra vida con nuevas maneras, es lo que nos ofrece Jesús.

§  Todo cambio (metanoia), es una transformación profunda de corazón y mente a manera positiva, para vivir plenamente, es invitación y tarea permanente.

§  Cuaresma es oportunidad para dejar una vida “desordenada y egoísta” (Rm 8,8), y para dejarnos habitar por el Espíritu del Padre, que es vida.

Creer, confiar y tener fe en Jesús, fuente de vida, nos prepara ya desde ahora, tanto para vivir “una vida que valga la pena vivir”, a pesar de la realidad injusta y violenta, que genera tanto sufrimiento, como para una vida plena, después de esta vida terrenal.

¿Cómo dar sentido a mi vida?... ¿Qué tiene que ser desatado en mí, para que tenga vida?... ¿Qué tiene que suceder, para que crea en Jesús, “resurrección y vida”?

 

Alfredo Aguilar Pelayo

alfredo@ccrrsj.org

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sábado, 18 de marzo de 2023

Cuarto Domingo de Cuaresma – Ciclo A

 Cuarto Domingo de Cuaresma – Ciclo A (Juan 9,1-41) 19 de marzo de 2023

 


En este cuarto domingo de Cuaresma, contemplamos a Jesús, cumpliendo su misión; y a la vez enseñándonos como podemos VER con los ojos del corazón:

Evangelio según san Juan 9, 1-41

Al salir, Jesús vio a su paso a un hombre que había nacido ciego. Sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre? ¿Por el pecado de sus padres, o por su propio pecado? Jesús les contestó: “Ni por su propio pecado ni por el de sus padres; fue más bien para que en él se demuestre lo que Dios puede hacer. Mientras es de día, tenemos que hacer el trabajo del que me envió; pues viene la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en este mundo, soy la luz del mundo”. 

Después de haber dicho esto, Jesús escupió en el suelo, hizo con la saliva un poco de lodo y se lo untó al ciego en los ojos. Luego le dijo: Ve a lavarte al estanque de Siloé (que significa: «Enviado»). El ciego fue y se lavó, y cuando regresó ya podía ver. 

Los vecinos y los que antes lo habían visto pedir limosna se preguntaban: —¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna? Unos decían: Sí, es él. Otros decían: No, no es él, aunque se le parece. Pero él mismo decía: Sí, yo soy. Entonces le preguntaron: ¿Y cómo es que ahora puedes ver? Él les contestó: Ese hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo untó en los ojos, y me dijo: “Ve al estanque de Siloé, y lávate.” Yo fui, y en cuanto me lavé, pude ver. Entonces le preguntaron: ¿Dónde está ese hombre? Y él les dijo: No lo sé. 

El día en que Jesús hizo el lodo y devolvió la vista al ciego era sábado. Por eso llevaron ante los fariseos al que había sido ciego, y ellos le preguntaron cómo era que ya podía ver. Y él les contestó: Me puso lodo en los ojos, me lavé, y ahora veo. Algunos fariseos dijeron: El que hizo esto no puede ser de Dios, porque no respeta el sábado. Pero otros decían: ¿Cómo puede hacer estas señales milagrosas, si es pecador? De manera que hubo división entre ellos, y volvieron a preguntarle al que antes era ciego: Puesto que te ha dado la vista, ¿qué dices de él? Él contestó: Yo digo que es un profeta. Pero los judíos no quisieron creer que había sido ciego y que ahora podía ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: ¿Es éste su hijo? ¿Declaran ustedes que nació ciego? ¿Cómo es que ahora puede ver? Sus padres contestaron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero no sabemos cómo es que ahora puede ver, ni tampoco sabemos quién le dio la vista. Pregúntenselo a él; ya es mayor de edad, y él mismo puede darles razón. Sus padres dijeron esto por miedo, pues los judíos se habían puesto de acuerdo para expulsar de la sinagoga a cualquiera que reconociera que Jesús era el Mesías. Por eso dijeron sus padres: «Pregúntenselo a él, que ya es mayor de edad.» 

Los judíos volvieron a llamar al que había sido ciego, y le dijeron: Dinos la verdad delante de Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador. Él les contestó: Si es pecador, no lo sé. Lo que sí sé es que yo era ciego y ahora veo. Volvieron a preguntarle: ¿Qué te hizo? ¿Qué hizo para darte la vista? Les contestó: Ya se lo he dicho, pero no me hacen caso. ¿Por qué quieren que se lo repita? ¿Es que también ustedes quieren seguirlo? Entonces lo insultaron, y le dijeron: Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Y sabemos que Dios le habló a Moisés, pero de ése no sabemos ni siquiera de dónde ha salido. 

El hombre les contestó: ¡Qué cosa tan rara! Ustedes no saben de dónde ha salido, y en cambio a mí me ha dado la vista. Bien sabemos que Dios no escucha a los pecadores; solamente escucha a los que lo adoran y hacen su voluntad. Nunca se ha oído decir de nadie que diera la vista a una persona que nació ciega. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada. Le dijeron entonces: Tú, que naciste lleno de pecado, ¿quieres darnos lecciones a nosotros? Y lo expulsaron de la sinagoga. Jesús oyó decir que habían expulsado al ciego; y cuando se encontró con él, le preguntó: ¿Crees tú en el Hijo del hombre? Él le dijo: Señor, dime quién es, para que yo crea en él. Jesús le contestó: Ya lo has visto: soy yo, con quien estás hablando. Entonces el hombre se puso de rodillas delante de Jesús, y le dijo: Creo, Señor. 

Luego dijo Jesús: Yo he venido a este mundo para hacer juicio, para que los ciegos vean y para que los que ven se vuelvan ciegos. Algunos fariseos que estaban con él, al oír esto, le preguntaron: ¿Acaso nosotros también somos ciegos? Jesús les contestó: Si ustedes fueran ciegos, no tendrían culpa de sus pecados. Pero como dicen que ven, son culpables.

Reflexión:

¿Qué necesito para ver con claridad?

La liturgia de hoy, nos recuerda un punto de la misión de Jesús (cfr. Jn 4, 18-21): “dar vista a los ciegos … y si bien le da la vista al “ciego de nacimiento”, para nosotros, hoy, en este tiempo cuaresmal, nos ayuda a seguir por el camino de conversión, pasando de la obscuridad a la luz:  

§  Solo unidos al Señor, “seremos luz en este mundo” (cfr. Ef 5,8) y

§ reflejando su luz, los frutos serán “bondad, justicia y verdad” (cfr. Ef 5,9), y se manifestarán en nuestras relaciones interpersonales.

§  Tenemos que seguirlo, seguir “sus instrucciones” / “sus preceptos” / “hacerle caso”… (Jn 9,7)

§  abriéndonos a su amor y misericordia, que va más allá de nuestras rigideces (leyes o costumbres) en lugar de dudar, cuestionar y dar excusas (Jn 9,16)

Esto es la cuaresma: tiempo para salir de la obscuridad (el pecado), he ir hacia la LUZ; tiempo de mirar con ojos nuevos, para ver con claridad, con los ojos del corazón, la realidad de la vida y dejar todo aquello que nos quita vida, a nosotros mismos y a los demás.

A más de la mitad de la Cuaresma: ¿en qué me estoy convirtiendo?... ¿qué necesito para tener la mirada de Jesús?… ¿cómo ser más empático con quién sufre?

PD: Únete como miembro de Iglesia, a la Jornada de Oración Mensual, pidiendo por quienes viven violencia intrafamiliar y descomposición del tejido social: https://youtu.be/HhllUOpvoIA

 

Alfredo Aguilar Pelayo

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sábado, 11 de marzo de 2023

Tercer Domingo de Cuaresma – Ciclo A

Tercer Domingo de Cuaresma – Ciclo A (Juan 4,5-42) 12 de marzo de 2023

 


El encuentro de Jesús con una mujer, una samaritana y el diálogo con sus discípulos, nos revela quién es Él, y como nos da lo necesario para vivir: física y espiritualmente. Al leer el evangelio, contemplándolo, imagina que estás presente en la escena, mirando y echando, o tal vez, poniéndote en el lugar de ella, o en el de uno de los apóstoles…

Evangelio según san Juan 4, 5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía.

Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber”. (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (Porque los judíos no tratan a los samaritanos). Jesús le dijo: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”.

La mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?” Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”.

La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla”. Él le dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contestó: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Tienes razón en decir: ‘No tengo marido’. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”.

La mujer le dijo: “Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén”. Jesús le dijo: “Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”.

La mujer le dijo: “Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, él nos dará razón de todo”. Jesús le dijo: “Soy yo, el que habla contigo”.

En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: ‘¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?’ Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde él estaba.

Mientras tanto, sus discípulos le insistían: “Maestro, come”. Él les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos comentaban entre sí: “¿Le habrá traído alguien de comer?” Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien, yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho: ‘Uno es el que siembra y otro el que cosecha’. Yo los envié a cosechar lo que no habían trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto”.

Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en él al oír su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es, de veras, el salvador del mundo”.

Reflexión:

¿De qué tiene sed/ hambre, mi vida?

Los ajetreos de la vida nos cansan, agotan nuestras fuerzas, acaban con nuestra energía, … ¡necesitamos recuperarnos! … Jesús, como ser humano, también tenía que satisfacer las necesidades biológicas, tenía sed y hambre … ¡como cada uno de nosotros!

Él, Jesús, nos da algo mejor … lo que nos hidrata y alimenta el alma, para poder vivir y que valga la pena nuestra vida: su Palabra, sus enseñanzas y la confianza de que está con nosotros y para nosotros. Para ello, necesitamos conocerlo, escucharlo, agradecer y dialogar con Él.

En nuestra oración, en nuestra vida ordinaria, contemplando y tomando consciencia de tanto bien recibido, es que descubrimos que el mismo Jesús, que nos dice: “Soy yo, el que habla contigo”.

¿Me dejo saciar por su Espíritu?... ¿Soy consciente de tanto bien recibido?… ¿A quién anuncio que he encontrado al Salvador, al Mesías, al Cristo?

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Alfredo Aguilar Pelayo

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sábado, 4 de marzo de 2023

Segundo Domingo de Cuaresma – Ciclo A

 Segundo Domingo de Cuaresma – Ciclo A (Mateo 17, 1-9) 5 de marzo de 2023

 


Este Segundo Domingo de Cuaresma, el evangelio muestra, como en una síntesis, lo que este tiempo de cuaresma nos brinda de preparación, para vivir el paso de Dios por nuestra vida, transformándonos …

Evangelio según san Mateo 17, 1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".

Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo". Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: "Levántense y no teman". Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.

Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos".

Reflexión:

¿A qué estoy llamado a transformarme?

Las escenas del evangelio nos muestran, a Jesús y al Padre, a dos representantes del antiguo testamento y tres de sus discípulos… ahora, imagina que Jesús te escoge, como cuarto discípulo, para que vayas, lugar apartado para orar con Él…

Es en la oración, donde Jesús se transfigura ante nosotros y revela su naturaleza divina: claridad (luz) y pureza (blancura) … cito a espaciosagrado.com, para entender mejor lo que implica: “La transfiguración se trata de Jesús y de nosotros. Cuando estamos con él, estamos con lo divino. Cuando él está con nosotros, está con el humano”.

Aparecen Moisés y Elías, representantes de la ley y de los profetas, como atestiguando ante nosotros, que es Jesús, el Mesías, quién habrá de dar plenitud a todas las promesas para una vida nueva

Pedro, y cada uno de nosotros, deslumbrados por la escencia divina de Jesús, queremos permanecer así… quietos e instalados… pero afortunadamente, el Padre, nos saca de esa “cómoda” postura, y claramente nos dice que “escúchemos” a su Hijo, como Abraham escuchó a Él (Gen 12, 1-4).

Ante lo nuevo, que nos dice la Palabra que escuchamos en la oración, si bien nos da temor, es el mismo Jesús-Hombre, quien nos dice, "levántate y no temas"… regresa a tu vida, lleva mi luz, mi mensaje.

Esto es Cuaresma: tiempo de oración, de transformación.

¿Cómo hago mi oración?... ¿Con qué frecuencia oro?… ¿Lo que escucho que escucho en mi oración, a qué me invita?...

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Alfredo Aguilar Pelayo

alfredo@ccrrsj.org

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